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Los perros de Veronés
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ANA MARCOS
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Hola, soy Ana Marcos, redactora de Cultura en EL PAÍS.
El Museo del Prado ha estrenado la temporada veraniega con una exposición de taquillazo, esas que antes de inaugurarse, los gestores de los museos ya saben que va a ser un éxito. Paolo Veronese (1528-1588) es una gran sucesión de obras maestras en las que quedarse atrapado durante horas y, de paso, huir del calor madrileño.
Este Correo del arte se fija en los perros de Veronés. En varias ocasiones, expertos e historiadores han huido o directamente confrontado que fuera un pintor de perros, como si esta etiqueta le quitara relevancia frente a Tintoretto y Tiziano, los otros dos grandes maestros del Renacimiento.
No pretende ser este un análisis histórico ni estilístico sobre la manera en la que pintó a estos animales, sobre todo porque después de muchos estudios nadie tiene una conclusión clara de su significado. Esta es más bien una llamada de atención sobre unas figuras que han marcado sus composiciones, en algunos casos, hasta convertirse en el punto de fuga.
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'La conversión de María Magdalena', Paolo Veronese. Óleo sobre lienzo, 117,5 × 163,5 cm h. 1548 Londres, The National Gallery, Wynn Ellis Bequest, 1876. / MUSEO DEL PRADO
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Jan Białostocki, historiador del arte de Polonia, realizó varios estudios de los canes de Veronés y concluyó que “se encuentran presentes aun cuando no cumplían ningún rol en la escena pintada”. El experto dejó por escrito: “La numerosa presencia de perros en las composiciones del italiano se debe al amor que sentía por estos animales. Su presencia puede ser explicada solo por una predilección particular del pintor, mientras que el modo en que fueron pintados indican con qué amor el maestro véneto observaba sus formas y comportamiento”.
Los perros aparecen tantas veces en sus obras que en 1573 el artista italiano tuvo que comparecer ante el Santo Oficio por la manera en la que encajó a los animales en escenas religiosas. En aquel momento, esta representación se consideraba irracional, los perros no tenían vida eterna, eran incompatibles, por tanto, con el decoro que se demandaba a las pinturas con esta temática. El Concilio de Trento llegó a prohibir la representación de animales domésticos en pinturas bíblicas, a menos que fueran imprescindibles para la historia narrada.
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'Los peregrinos de Emaús', Paolo Veronese. Óleo sobre lienzo, 242 × 416 cm. 1555. París, Musée du Louvre, Département des Peintures. / MUSEO DEL PRADO
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El Museo del Prado le ha dedicado un capítulo concreto a los perros de Veronés en sus directos mañaneros, justo antes de que abra sus puertas, a estos animales. No recurrió a un experto de la pinacoteca, otra pista de que no hay una razón clara por la que el artista pintara a estos animales. Invitó a Thomi Müller, amante de los perros, que se paró ante cinco piezas de Veronés para hablar de las razas y cómo se comportan. La conclusión es que en su mayoría son de caza, elegantes, un símbolo de estatus, a fin de cuentas, y siempre amables, es decir, animales de compañía. Nunca están en una posición de confrontación o de violencia.
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'La disputa con los doctores en el templo', Paolo Veronese. Óleo sobre lienzo, 236 x 430 cm. Hacia 1560. Madrid, Museo Nacional del Prado. / MUSEO DEL PRADO
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Antoine Orliac, biógrafo del pintor, coincide en que los perros de raza muchas veces viven alrededor de mesas nobles, en este caso pululan alrededor de los grandes banquetes que también le dieron fama a Veronés.
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