"Cuántos murieron, ya no importa, cuántos hemos muerto, no hay memoria para contar" (Nasser Rabah, junio 2025, desde el campo de refugiados de Al Maghazi, en Gaza).
Queridos lectores,
Empiezo esta newsletter con unos versos y con la imagen de una madre sin nombre. Una de las miles de historias que no hemos podido contar en Gaza, donde Israel no deja entrar a periodistas extranjeros. Acaba de ver morir a su hijo, que le costó nueve años concebir, en el hospital Nasser de la Franja, porque no pudo ser evacuado tras resultar herido grave en un bombardeo israelí. James Elder, portavoz de Unicef, está en Gaza en estos días y envió un vídeo en el que hablaba de este caso, sin poder contener las lágrimas. Es uno de tantos. El sistema sanitario en Gaza está a punto de colapsar. No es una frase hecha, ni una amenaza. Es la terrible realidad. De la treintena de hospitales que funcionaban en este territorio palestino hace dos años, menos de la mitad tiene las puertas abiertas, ninguno funciona normalmente y prácticamente todos penden de un frágil hilo.
En una semana donde nuestra mirada se desvía (y con razón) a Irán y a Israel, no olvidemos que cada día en Gaza, las bombas israelíes matan a decenas de personas, entre ellas muchos niños, y que la situación humanitaria sigue siendo extrema. Actualmente, la supervivencia de un herido o de un enfermo en la Franja depende de si puede llegar al hospital, sorteando las zonas rojas marcadas por el ejército israelí, en las que no se puede circular, y de si ese hospital tiene sitio, personal y medios técnicos para salvarle la vida.
Nuestro colaborador Mohamed Solaimane, palestino de Gaza desplazado en la zona de Al Mawasi, ha estado esta semana en el hospital Nasser, donde falleció este pequeño del que habla el portavoz de Unicef, y ha entrevistado a varios médicos. El sur de la Franja depende de este hospital, que está prácticamente cercado por los militares israelíes. Si el ejército decreta una evacuación, hay 47 pacientes en la unidad de cuidados intensivos que no podrán ser evacuados y centenares, que se quedarán sin poder recibir ningún tipo de atención. "No tenemos un plan B", dice uno de los responsables médicos.
Resulta incomprensible que no sepamos parar este desastre que conlleva cada día la muerte de inocentes. Mohamed Solaimane también ha escrito esta semana otro reportaje sobre cómo las personas desplazadas se juegan la vida volviendo a zonas que el ejército israelí declara como "rojas" o prohibidas, para recuperar alguna lata de comida o regar las cuatro patatas o cebollas que abandonaron al huir. Uno de los entrevistados dice que el hambre de su hijo no puede esperar a un alto el fuego. Hay personas que son tiroteadas a menudo por realizar estas peligrosas incursiones. Pero ¿qué no haríamos para dar de comer a un hijo?
En estos días, también he tenido la oportunidad de hablar con el poeta gazatí Nasser Rabah, con cuyos versos he empezado esta newsletter. Imagino a Rabah escribiendo poesía en su teléfono móvil cada noche, en su hogar semidestruido en el campo de refugiados de Al Maghazi de la Franja, sin electricidad ni apenas conexión telefónica. Fue la imagen que él me transmitió en nuestro intercambio telefónico interrumpido a menudo por la falta de batería y de conexión a internet y por las abundantes tareas cotidianas que implica la supervivencia en Gaza. La poesía es su tabla de salvación, pero también su deber, porque lo considera otra forma de documentar lo que está padeciendo su tierra. Sus versos cuentan la guerra con una crudeza llana, liberada de artificios y colorines, que conmueve profundamente. Rabah, cuya biblioteca personal fue bombardeada por los tanques israelíes hace más de un año, acaba de publicar un libro en español, titulado El poema hizo su parte, escrito en parte durante esta guerra, que vale mucho la pena leer.
Más allá de Gaza, también os recomiendo la entrevista que Ana Carbajosa hizo al multimillonario empresario británico-sudanés, Mo Ibrahim, cuya fundación lucha contra la corrupción y por la gobernanza en África, y el reportaje de nuestra colaboradora, Marta Maroto, desde Tiro, sobre el precario alto el fuego entre Líbano e Israel, que cumple seis meses.
Gracias por leer y hasta la semana que viene
|