Este es el boletín de la sección de Madrid de EL PAÍS, que sale dos veces por semana. Los martes llega al buzón de los lectores a las seis de la tarde y su autor es Miguel Ezquiaga, salvo cuando libra o está de vacaciones como este martes 21 de enero, que suple su ausencia Victoria Torres. Los viernes la entrega está dedicada a propuestas para el finde, llega a mediodía y la firma Héctor Llanos Martínez. Si no estás suscrito, puedes apuntarte aquí.
A lo largo de mis 48 años, las caquitas han tenido dos momentos de fuerte protagonismo en mi vida. Uno, cuando parí mellizos y me preocupaba, absurdamente y en exceso, el color, consistencia, cantidad y número de deposiciones de mis cachorros. Incluso llegué a ojear una guía que las clasificaba, la suerte es que, como eran dos de golpe y porrazo, la fiebre caquil y el resto de chorradas primerizas se me pasaron prontísimo. Mi segunda fase de preocupación por la caca es ahora y la causa, mi perrete Mochi, el shiba inu más guapérrimo del planeta.
Siempre había sospechado que los dueños de perros, además de muchas cosas bonicas y positivas, eran unos guarros incívicos, pero ahora me reafirmo. No ha habido un solo día que no haya llevado a perri a donde sea, calle, parterre, jardincillo, parque de perros, parque de personas, rotonda verde o bosque urbano, que no haya pisado una. Tanto es así que tengo unas zapatillas de caca especiales, que limpio a diario tres veces, TRES, con un cepillo dedicado también solo a esta asquerosísima misión.
Y claro, no paro de pensar qué hacen el Ayuntamiento de Madrid y el de Getafe, ciudades en las que me muevo, para acabar con esta mierda, nunca mejor dicho. Y ojo, estamos hablando de que cada perro produce de media 124 kilos al año. En la capital, con 334.000 canes registrados, no hay en marcha ninguna medida especial más allá de la obligatoriedad de recoger las deyecciones (sic) bajo multa, la recomendación de diluir los orines con agua con vinagre, bicarbonato o limón y la campaña Haz tu magia. Magia, en fin.
¿A cuánto asciende la multa y cuántas se pusieron en 2024? Como siempre que pregunto algún dato a los responsables de prensa del Ayuntamiento, la respuesta deja mucho que desear. En este caso, me han remitido a la ordenanza de limpieza, que no aclara si es una infracción leve o grave y que fija las multas de 750 a 3.000 euros, y a la página de datos abiertos, en la que figura que el año pasado se tramitaron 4.731 sanciones de limpieza pero no especifica por qué motivos. Por cierto, un saludo desde aquí a los vecinos de Barajas, los más limpios con diferencia.
Aún a la espera de respuesta desde el viernes pasado —también he llamado al 010, donde no sabían de cuánto es la multa y se han quedado con mi email y mi teléfono con la promesa de responderme, para unas prisas, en TRES días—, veo un reportaje de Infobae que en 2023 hubo 2.386 multas, seis al día. En total, por cualquier motivo, fueron 6.086 sanciones.
¿Se puede hacer más? Pues claro. Según leo en un reportaje de Esther Sánchez, Málaga, con 600.000 habitantes y 59.000 perros, fue pionera en hacer pruebas de ADN a todos los canes para poder identificar cacas y multar en 2017. Este sistema se aplica ya en 60 ciudades, tres de ellas de la Comunidad de Madrid: Ajalvir, Alcalá de Henares y Meco. Además, el Ayuntamiento de Torrelodones, con 25.000 personas y 7.000 perros, ha anunciado la creación de una plaza de agente medioambiental para vigilar a los infractores y Brunete llegó a devolver en 2013 las heces de sus perros a los vecinos en una cajita. En Leganés, los reincidentes se enfrentan a multas de hasta 50.000 pavos.
En Getafe, sorprende que, frente a las casi 7.500 que hay en la capital, ni una sola de las papeleras del municipio tenga expendedor de bolsitas (para lo que sirven, si siempre están vacíos, dirá alguno, que seguramente no ha visto como yo a señoros y señoras saltar como buitres sobre la papelera recién repuesta y llevarse todas las bolsas, todas). "No utilizamos ese sistema, aquí LYMA [la empresa municipal de limpieza] reparte las bolsas en domicilio a quienes las solicitan", me cuenta un portavoz municipal, que detalla que en 2024 se repartieron 10.000.000 bolsas entre 7.500 vecinos para atender a 8.500 mascotas censadas.
Yo por lo pronto propongo mi propia candidatura como limpia del año, ya que, cuando recojo la de mi perro, me llevo en la misma bolsa la caca de al lado, una especie de dos por uno vomitivo. Y no cuela la excusa de que los excrementos son abono y tienen propiedades fertilizantes, porque es un mito, ya que “pueden, incluso, resultar tóxicos para las plantas”, advierten las recomendaciones municipales madrileñas. Amigo, amiga, no hace falta que hagas magia ni el pino puente, simplemente no seas cerdo.
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