¡Hola!
Soy Guillermo Alonso y no me tocaba hacer esta newsletter, pero yo se la escribo a usted igualmente, por si le apetece leerla, porque no es justo dejarle sin ella y porque además en un tiempo en el que ya no se puede decir nada yo aprovecho aquí para decir cosas, pidiéndole de antemano disculpas por el tono más belicoso de lo habitual que encontrará en ella, pero es que entre usted y yo, qué hartazgo. ¿Ha visto que Agatha Ruiz de la Prada (tranquilidad, esta newsletter no va sobre ella, lo que nos faltaba) ha dicho en un programa de Telecinco una frase desafortunada sobre los gitanos y a continuación muchos gitanos (conocidos, como Lolita, o anónimos) se lo han afeado y al final ella ha pedido perdón en sus redes sociales? Hasta aquí todo bien, hasta aquí el ciclo natural de las meteduras de pata: uno la caga, aguanta al chaparrón y pide disculpas. Si fuese siempre así, si sirviera para algo, sería perfecto. Final feliz.
Pero entonces, cuando ya ella había pedido perdón, se metió de por medio su novio y creó el epílogo. Ante unos micrófonos, su novio, que es abogado, según leo, se lamentó: "¡No podemos hablar de los bomberos, de los africanos, de los suecos, de los médicos! ¿No podemos contar chistes ya de nada?". Como no se había quedado a gusto, hoy mismo ha escrito una tribuna (que no hace falta enlazar aquí) donde dice cosas como "no es racismo decir que has trabajado como un negro, que te han engañado como a un chino, o que vives en una casa que parece un campamento gitano"; "tenemos la piel muy fina, nos molestamos por nada, tenemos siempre que decir lo correcto"; y "siempre hay quien le busca tres pies al gato, con intención de sacar partido, y es que van como putas por rastrojo". Me sigue maravillando este discurso sobre la inquisición de lo políticamente correcto, esta queja eterna de que ya no se puede decir nada que siempre viene de gente que, básicamente, no se calla la puta boca. Me sigue maravillando que parodia y realidad sean ya indistinguibles.
A todas estas personas que se quejan de que ya no se puede decir nada me gustaría darles una buena noticia: pueden seguir diciéndolo absolutamente de todo, de hecho lo hacen más que nunca, ¡están ustedes más creciditos que en los días de mi vida! ¡Ahora ir a contracorriente es punk! Ahora, de hecho, cuentan con el beneplácito y la complicidad de los grandes magnates del social media para poder decir lo que les salga de los mismísimos cojones (debe usted disculpar el exceso de palabrotas en este texto, no es habitual en esta newsletter pero considérelo como un guiño estilístico hacia el tipo de persona al que está dedicada, una especie de visita a su educación sentimental, una inmersión en sus entrañas).
Bien, decía: ahora, según las nuevas reglas de Instagram y Facebook (de X ni hablemos), quien quiera puede llamar enfermos mentales o anormales a los travestis, bolleras o maricones (de nuevo disculpas, cuestión de estilo y armonía discursivo-narrativa). Es el hecho de que otras personas utilicen esa misma libertad para decirles a la cara que son unos auténticos gilipollas (perdón, de nuevo perdón) el resorte que les hace saltar y considerar que ahora ya no se puede decir nada. Esta libertad de expresión solo la quieren para poder decir lo que les sale de sus masculinamente enérgicos cojones, en resumen, pero ojito con usarla tú para llevarles la contraria.
Pongamos un ejemplo dramatizado para entenderlo mejor.
Año 1995
El tío Juanito: "Con esas pintas pareces un maricón, Guillermito"
El resto de la mesa: "Jajajaja"
(Todo bien).
Año 2025
El tío Juanito: "Con esas pintas pareces un maricón, Guillermito"
El resto de la mesa: "Juanito, eso ha estado fuera de lugar, respeta a Guillermito, pídele disculpas"
El tío Juanito: "¡Si es que ya no se puede decir nada! ¡Pieles finas! ¡La dictadura woke, joder!"
Para que todo este largo texto sirva de algo, le regalo un consejo: al próximo tío Juanito que se encuentre respóndale con ese mismo argumento que es la piedra de toque de toda su filosofía en lo que respecta a meterse con alguien: al próximo feo o chiste contra un gitano, un negro, una bollera, un maricón, un travestuzo, una mujer o un pobre, dígale:
–¡Métete con Alá! ¡Ahhh, con Alá no te atreves, eh! ¡Claro, que te ponen una bomba o te atropellan con un camión! ¿Ehhhh? ¡Cobarde, Juanito, cobarde! ¡Con Alá no te atreves!
¡Adiós!
PD - en entornos de confianza y ambiente igualitario y distendido, con la seguridad de que no va a herir a ninguno de los presentes, haga usted todos los chistes que quiera sobre el colectivo que le apetezca. A mí, personalmente, me encantan los de maricones. Cuanto más zafios, mejor. Envíeme un e-mail o escríbame a mi perfil de Instagram y le cuento mi favorito.
PD2 - no me haga aclarar lo evidente para justificar esa primera postdata, por favor.
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